Un Lugar

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Donde todo puede ocurrir

jueves, 9 de diciembre de 2010

Mi Mantis Religiosa


Busco los rasgos que me inviten a sentir ser parte de la naturaleza. Caminando entre pinos, arbustos y leña seca me encontré con un animal muy hermoso, en esos momentos no lo sabía, se trataba de una mantis religiosa, un insecto, grande y llamativo, no se por qué asociamos los insectos a un animal pequeño, ínfimo quizás.

Un rayo de luz entra por mi ojo izquierdo y me ciega, en el derecho una mota de polvo de un camino recorrido demasiadas veces, no puedo ver bien. El corazón me late deprisa y tengo una sensación de ahogo que me recuerda el aire que respiro para vivir. Respiro hondo y despacio hasta conseguir una cierta calma. Uno se da cuenta en momentos como éste de lo bien que se está normal, sin altos ni bajos. Me desmayo.

Aparece una hermosa mujer en mis sueños, tiene los ojos iluminados como un brillante, una boca con labios sedosos que dibujan una sonrisa perfecta, la piel morena, las manos suaves y delgadas, las piernas largas y bien contorneadas, los hombros redondos y la clavícula huesuda, el trasero redondo como una manzana, los senos pequeños levemente inclinados hacia arriba, la voz dulce casi susurrante y el cabello negro como el azabache. Siento que es la mujer sensualmente perfecta.

Al final del sueño, cuando lentamente me acerco e intento besarla, ella se acerca mirándome y sonriendo fijamente, cuando sus labios están a un par de milímetros de los míos un grito o mejor un aullido me hace ensordecer, mientras sus dientes y su sonrisa desgarran mi yugular. No me duele, el deseo es infinitamente mayor que cualquier otro sentido. Me desangro poco a poco sin decir nada, solamente le tomo la mano y le pido algo muy lujurioso al oído que nunca he sido capaz de escuchar y pierdo la vida sin más.


Cuando después de vivir el sueño me despierto alterado, un sabor dolor extraño recorre todo mi cuerpo durante unos minutos. Luego recobro el sosiego y de vez en cuando se repite sin pedirme permiso... Siempre el mismo y las mismas sensaciones.

Después de ducharme y despabilar se repite exactamente, como en un ritual, la misma imagen, proviene de un documental: Una mantis religiosa hembra devorando la cabeza del macho mientras se aparean. El macho sigue apareándose aún sin cabeza, extrañezas de la naturaleza, tiene un pequeño cerebro en el cuerpo que les puede mantener copulando hasta un día completo. Lo más curioso es que los biólogos afirman que al comerse la cabeza de su pareja ayudará al desarrollo de la vida de sus propias crías. Simplificando, el precio de dar vida,en este caso, es perder la propia. Sobre el placer no sabría qué decirles. Me repiquetean los pinchazos al recordar la imagen de la mantis macho cayendo al suelo sin vida después de ser usado. Usar y tirar.

Son previsibles algunos sueños. La primera noche, la primera vez que tuve este sueño, fue exactamente el día que me encontré y fotografié a una matiz religiosa parda. Jamás había visto una en la realidad, menos aún con la suerte y con el tiempo suficiente para poder darle al botón de la cámara. Existen casualidades que parecen no tener causalidad, encuentros que se combinan, se intercalan, se repiten, se multiplican y no parece a simple vista que tengan entre ellos ninguna relación, solamente en la realidad y en la mente aparece el primero y te lleva a otro, y a otro, y a otro... La regla no existe, en este caso, no aparece la lógica indicándonos la razón de tanta coincidencia, simplemente ocurre, lo intuimos, lo sentimos y queda grabado en una compleja percepción de algún modo siempre intangible.

De hecho, los pensamientos se agolpan y entremezclándose con las propias experiencias crean una nueva dimensión, una realidad propia, una intensa emoción que entona con lo vivido, con el pasado, con el sufrimiento al proyectar todo lo humano ante un hecho natural incomprensible para nosotros.

Suelen funcionar desde un sistema atemporal que se conecta con pequeñas huellas grabadas durante toda nuestra vida. Podemos conectar sin problemas hechos ocurridos antes de nacer, en el útero materno, con una serie de experiencias anacrónicas pero que causaron un gran impacto en nuestro mundo emocional, haciendo especial mención al miedo.

Existe un todo compuesto entre realidad y fantasía que nos mueve, nos condiciona, sobre todo cuando damos con la tecla, una y otra vez, hasta escuchar un acorde que nunca dejamos de escuchar, es una repetición que suena a dentro generando un eco entre millones de emociones percibidas que se asocian cuando algunos de nosotros, muchos, revivimos, en imágenes traducidas a pensamientos, una secuencia sentimental de importancia extrema.

Probablemente todos hemos sido mantis en algún momento, tanto machos como hembras, en nuestras relaciones con los demás. Habría que saber impedirlo.